Mira, hija, mira, ese árbol de ahí es un álamo y esa palmera una washingtonia, señalaba mi padre, o mira, hija, mira, ese es un estornino y ese un mirlo, o mira, hija, mira, y apuntaba al cielo, esa es Casiopea y ahí está Orión. Y yo, feliz súbdita de metro treinta, escribía en mi libreta: wa-shing-to-nia, pero no dibujaba la palmera en el papel, al igual que tampoco dibujaba la referencia del pájaro o la constelación, así que lo único que tenía era un cuadernillo lleno de palabras. Esto se traduce en que sé que existe la acacia y reconozco las hojas de la acacia, por ejemplo, pero no logro unir las ideas, del mismo modo que sé quién es la actriz de El 471, pero no sé su nombre. Y a la inversa. Reconozco a Clara Segura, pero en el intento de ubicarla me pierdo en el armario de conceptos desordenados que es mi memoria. De igual manera que no es lo mismo oír que escuchar, tampoco es lo mismo ver que mirar. Y lo segundo, mi querida Watson, es elemental para retener las cosas.
Con mis hermanas lo hemos hablado: si hubiésemos escuchado más a papá ahora seríamos tías listas, tías que no cortocircuitan. Lo cierto es que cuando él hablaba pensábamos qué listo es, cuántas cosas sabe, qué listo, ¡debería ir a Saber y ganar!, y en ese embelesamiento nos perdíamos gran parte de la lección. En otras ocasiones (lo siento, papá, que sé que estás leyendo), pensábamos tengo hambre, o sed o sueño. Pero aunque no nos quedáramos con el nombre de las cosas, nos entrenaste para saber mirar, que ya es mucho en este mundo loco. Donde tú veías las hojas de un limonero, nosotras veíamos lo de más atrás, el cielo despejado, un día chulo para tomar el sol. Y ya de mayor, en mi caso, el rayito de sol colarse por la hoja rota.
Esa fotografía (la de arriba, la del estanque del Parque del Retiro) la tomé hace un año. En el Retiro, por cierto, hay Washingtonias filiferas2. Me atrevería a decir que lo primero que has visto en la foto es la barquita, luego el pelo de la chica que rema, luego los árboles cálidos y luego el embarcadero. En ese orden. ¿O cómo miran tus ojos? ¿Hacia dónde corre tu atención?
Este es el mapa de calor de El jardín de las delicias3:

Frente al estanque del Retiro siempre hay un porrón de gente. Ah, la gente, vaya un tema. Mi reconciliación con Madrid pasa por hacer el ejercicio de mirar a las personas con ojitos lindos, incluso cuando se amontonan. A riesgo de agriarnos, más nos vale querernos.
Excepto en el metro.
A esta mini galería que sigue he decidido titularla: ¿Qué estás mirando?
Una mirada propia
A los pies del Retiro está el Museo del Prado. Para guiarte por su interior, puedes coger un planito en la entrada. Ahí encontrarás el recorrido recomendado: que si Las meninas, Las 3 Gracias, La maja desnuda, El jardín de las delicias. Esto es lo que tienes que ver, ¿vale? Y tienes que ver a Caravaggio, que solo hay uno expuesto en España, y decir tres veces la palabra “claroscuro” frente al cuadro. Y tienes que ver también Los fusilamientos del 3 de mayo en Madrid, ya que estás aquí.
Los lugares destacados en el plano tienen la culpa (esto, por supuesto, excluye a entendidos) porque allí donde te mandan es imposible encontrar espacio y allí donde no te mandan no vas (decides que no es zona de interés), de modo que nunca darás, yo que sé, con el retrato de Elinor Glyn, una mujer que popularizó el concepto de la it-girl. O tal vez sí, tal vez lo veas en un paseo atrevido por las carreteras secundarias del Prado, pero no lo mirarás de verdad, no sabrás si te gusta, si no te gusta, o si es una joya, porque nadie te ha dicho cómo enfrentarte a él. Eso de confiar en nuestro propio criterio se nos da regular. Así no hay quién descubra su mirada propia, cagüen. Siempre con la manía de seguir tendencias. O con la manía de no seguirlas, también, solo por diferenciarnos de la gente.
Ah, la gente.




Antes de recoger carrete, dos recomendaciones con las que ando estos días:
¿Qué miras?, la nueva miniserie de PhotoEspaña y CaixaForum+ que nos enseña a leer imágenes.
El uso de la foto, un libro de Annie Ernaux y Marc Marie que se resume en esta frase: ver para escribir es ver de otro modo.
El 47 es de lo mejorcito que he visto este 2024; aplaudí antes incluso de que terminara la película.
Simpatía por el diablo: ¿Por qué miramos más al panel del Infierno en El jardín de las delicias?
Cada quien mira y observa de manera diferente porque en los corazones hay historias que necesitan argumentos muy variados para completar las conclusiones de nuestras vidas. Llega un momento en que casi se alinean todos los libros leídos con las propias experiencias. Pero siempre hay algo nuevo.
Unas fotos preciosas, gracias por compartir!