A principios de este año, en la exposición No va a quedar nada de esto1, descubrí una colección de rótulos centenarios de establecimientos madrileños que ya no están: bares, cafeterías, mercerías, zapaterías, sastrerías, casas de comidas. “Frutas del tiempo Ana y Pili” desapareció para dar espacio a los creativos que han llamado a su frutería “A dos manzanas”.
A dos manzanas de mi casa está el Bar Boquerón2.
El boquerón y la anchoa son el mismo pescado, con la diferencia de que el primero se macera en vinagre y el segundo en salazón, lo que cambia su aspecto y, además, dado el tiempo (meses) y mimo que hay en su proceso de elaboración3, encarece su valor.
Sobre el valor de los procesos aprendí de muchos profesores: músicos, fotógrafos, matemáticos, escritores, cineastas, ilustradores.
En 1985, Alison Bechdel ilustró una viñeta4 que dio nombre al reconocido Test de Bechdel; una norma que evalúa la brecha de género en las películas fijándose en un solo aspecto: dos mujeres deberían salir en pantalla manteniendo una conversación que no girara (en su mayoría) entorno a un hombre.
La existencia de la mujer siempre adherida a la de un hombre es un tema sobre el que también escribió Virgina Woolf en 1929, en su ensayo Una habitación propia.
En mi habitación, en 1998, escribí esto:
Las niñas que crecimos con la idea de que no había futuro posible sin un hombre a nuestro lado nos hemos tirado años dando vueltas en bicicleta. Tantas que, en un momento dado, al pedaleo le pusimos intención. Soltamos el manillar para, con las manos, aprender a moldear, revelar, escribir libros, cocinar, sobar, tocar sonatas. En paralelo, se nos han puesto las piernas fuertes y el culo simpático. Pese a todo, nuestro entorno suspende continuamente aquel otro test, el de Bechdel, cuando se lanza a preguntar: y qué fue del chico, ¿lo encontraste? Para llegar a ser una buena anchoa es sabido que primero ha de ser una un buen boquerón, pero hay quien es feliz siendo boquerón en vinagre. Y es, en la mayoría de ocasiones, ese mismo entorno quien nos avinagra de más. Hemos oído repetidas veces aquello de que hay otros peces en el mar, pero ya no, hace ya tiempo que nadie dice eso porque se hace evidente que el mar está bravo. Hemos vivido, primero con curiosidad, luego con quemazón, el giro drástico en la manera de entender las relaciones, con visitas constantes al nuevo diccionario de conceptos que determina que amor romántico ya no es algo a lo que aspirar, y que tóxico ya no solo es esnifar rotuladores y pegamento, y que “Frutas del Tiempo Ana y Pili” es básico, simple y aburrido, frente a lo rompedor, lo misterioso y lo divertido de “A dos manzanas”. Afortunadamente, hay lugares donde no se nos pide ser más, y será ahí, por fin, donde aparcaremos la bici para que descansen nuestras piernas fuertes y se nos ponga el culo más simpático.
Si te has quedado con hambre, ahí va el plato del mes anterior:
Gracias por tu visita :)
Marta
En la pizarra de El Boquerón, los boquerones son boquerones, las gambas son gambas, las almejas son almejas, el queso es queso y el pan es pan.
Exposición "No va a quedar nada de todo esto".
El secreto de una buena anchoa, artículo interesantísimo de Pau Álvarez en El País.
Boquerones y anchoas, siempre recibo mil loas. Anchoas y boquerones, pues tendré yo mis razones.
El boquerón es uno de mis bares favoritos de Madrid. ¿Te imaginas que nos hubiéramos cruzado ahí sin saberlo?